La peor ilusión de las organizaciones de hoy día: “Deciden” establecer objetivos para determinar cuál camino tomar. Cifran sus esfuerzos y focalizan su atención hacia esos caminos, para “elegir”. Piensan que, eligiendo alguno de los caminos que ven delante de ellas, llegarán a algún lugar nuevo.
Nada más lejos de la verdad. Lo cierto es que cuando tomas uno de esos caminos estás reconociendo que alguien ya decidió por ti. Si los caminos están hechos delante de ti, significa que alguien los pensó, los construyó y los transitó primero que tú y que, por lo tanto, ese alguien llegó primero que tú a donde ese camino te lleva. El mundo está lleno de organizaciones y personas que cifran su atención en lo que está haciendo el otro: el amigo, el competidor, el cliente, el gobierno… Como un corredor de 400 metros vallas, mirando hacia el lado, en lugar de ver hacia el frente y correr su propia carrera.
En otras palabras: tu objetivo y tu llamado “éxito” no son más que una vil copia de lo que otro ya hizo y consiguió. Tu distracción te ha llevado a tomar el camino ya hecho, con el agravante de que piensas y sientes que es un camino tuyo, nuevo, y que vas hacia tus objetivos y metas… ¡y que vas a darle una sorpresa al mundo!
En el fondo, tomar un camino ya hecho se diferencia muy poco de chocar contra un muro con los ojos cerrados. La única diferencia es que cuando chocas con el muro te das cuenta del choque; en el caso de tomar el camino hecho, lamentablemente ni te das cuenta de la colisión, y esto hace a esta opción aún más dañina y peligrosa.
Michael Porter afirma que la estrategia competitiva consiste en “la búsqueda de una posición competitiva favorable en un sector industrial”. Tal parece que se trata de una condena, de una carrera desmedida, desesperada, interminable para disparar contra un blanco que elude al arquero, ya que – cuando éste logra verlo – el blanco ya ha cambiado de posición.
Prefiero definir la estrategia – en el ámbito de negocios – como un arte; es el arte de adaptarse con éxito y anticipación a las condiciones cambiantes del ambiente, para conseguir de manera sostenible una posición única, una creación especial, de manera que se provea el más alto valor posible – y cada vez más – a accionistas, clientes y empleados, de forma que se consiga el éxito sostenible, en el presente y en el futuro.
Y ¿cuál es la única forma asegurar esta adaptación exitosa, si no es la de CREAR las situaciones y los ambientes, las realidades y percepciones que determinen ese éxito? ¿Puede obtenerse un éxito sostenido y anticipado dentro de la duda e incertidumbre que conlleva moverse en un ambiente que otro ha creado o provocado, dentro de una realidad desconocida en su esencia? Difícilmente.
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