El liderazgo es un proceso de desarrollo, un vínculo entre líder y colaborador que sirve de génesis a una dinámica que eleva a ambas partes a niveles de desempeño extraordinariamente más altos, de forma continua, consistente y coherente. Como proceso de desarrollo, el liderazgo es piedra angular sobre la que se sostiene la competitividad de toda organización, institución, empresa, grupo social o nación.
No se trata de carisma efervescente; no se trata de títulos rimbombantes; no se trata de reputaciones fabricadas. Tampoco se trata de herencias convenientes o tal vez obligadas. Simplemente, se trata de un estado de relación trascendente, se trata de una dinámica de promoción y crecimiento, de aprendizaje y reto, de fijación de metas y de facilitamiento para conseguirlas; de tenacidad y perseverancia, de exigencia y de apoyo, de acompañamiento y de liberación. De confianza, de estiramiento constructivo, de retroalimentación, de cuestionamiento, de reconocimiento, de rectitud, de flexibilidad.
Liderazgo es lo que sucede cuando una persona asume responsable y activamente el papel de promover a otros – individuos y grupos – hacia la consecución de destrezas, actitudes y resultados que parecerían estar más allá de sus posibilidades. Liderazgo es lo que sucede cuando un ser humano asume la responsabilidad de su propia vida y, desde allí, desde adentro, desde el autoliderazgo, expande sus capacidades y proyecta sus energías para abrazar en su grandeza a quienes le rodean y gestar en ellos – mediante un proceso natural de influencia, de fluir dentro – la energía que los motoriza y que los mueve hacia más altos ideales, hacia más profundos caminos, hacia más satisfactorios resultados.
Cuando el desarrollo de personas, grupos y organizaciones se hace patente, evidente y productivo, entonces podemos hablar de liderazgo.
De lo contrario, es pura fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario